Publicitarios y fotógrafos crean «Perdón», por los seres esenciales invisibles, hasta ahora.

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Se trata de un anuncio, que ha sido elaborado por algunos de los mejores publicitarios y fotógrafos de España, quienes desean permanecer en el anonimato, salvo por la sigla &… Es una pieza conjunta y anónima que nace con el único objetivo de transmitir su mensaje,, llamada, Perdón

 

Desde que la crisis del COVID19 se instaló en nuestras vidas y pasó a convertirse en la única y exclusiva preocupación de todos, los medios de comunicación se han llenado de campañas publicitarias que abordan la problemática desde una perspectiva casi idéntica.

 

Marcas, corporaciones, fundaciones e instituciones públicas han variado sus estrategias de comunicación sobre la marcha para incorporar la actualidad (marcada por un hecho extraordinario y sus extraordinarias consecuencias) a sus mensajes publicitarios, independientemente de si están vendiendo cacao en polvo, energía renovable, la gestión de un gobierno o el anhelo de unas cañas en un bar.

 

La publicidad siempre ha bebido de la realidad, y las marcas necesitan seguir comunicando, seguir existiendo, aunque sea en este momento que nos mantiene en vilo y que marca, y marcará, el devenir de toda la sociedad.

 

El carácter urgente e improvisado de muchos de estos mensajes ha provocado que la mayor parte opten por los mismos conceptos: el heroísmo, la exigencia de responsabilidad, y de forma mayoritaria, el agradecimiento.

 

Es lógico. El carácter global de esta crisis hace muy difícil establecer diferencias entre unas sociedades y otras (hacerlo, además, sería contraproducente e insensato). Se difuminan las fronteras ante un problema que es de todos, y en el que todos actuamos de una manera muy similar.

 

 

Frente a la homogeneidad argumental de muchas de estas campañas creemos que existe la oportunidad, casi la obligación, de lanzar un mensaje que, desde la honestidad, no sólo aspire a tocar el corazón de la sociedad, sino que intente reconocer algunos errores obvios y aspire a provocar cierta reflexión.

 

Hemos necesitado una epidemia de enormes proporciones y trágicas consecuencias para que millones de ciudadanos reconozcamos la importancia fundamental y el valor del trabajo diario de los que hoy luchan en primera línea de batalla contra el virus.

 

Ciudadanos y ciudadanas que hacen hoy lo mismo que hacen siempre, algo que de pronto cobra un sentido y un valor extraordinarios.

 

Creemos que antes de dar las gracias, infinitas, debemos hacer algo más importante y difícil: pedir perdón.

 

Sólo a través de la disculpa podemos aspirar a un agradecimiento real. No hay forma más sincera de dar las gracias que reconociendo aquello en lo que nos hemos equivocado durante décadas. Para que no vuelva a ocurrir, y para que el agradecimiento que hoy expresamos con nuestros gestos se convierta en parte esencial de una sociedad que debería salir reforzada de una crisis que también es de valores. Porque si aprendemos lo que no hemos hecho bien, probablemente saldremos mejor.

 

Somos todos, o casi todos, los que hemos entendido que llevamos demasiado tiempo dando por supuesto el trabajo y el esfuerzo de muchos que hoy se han convertido en guardianes esenciales de un presente sin el cual no habría futuro.

 

«Éste es un mensaje publicitario que no firma nadie, porque nos gustaría creer que lo firmamos todos».

 

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